En la antigüedad los actores griegos utilizaban las mascaras para encarnar y lograr una mejor representación del personaje que les correspondía en su actuación. Desde esa perspectiva utilizar la mascara le aportaba atributos para un mejor resultado. En esa época las mascaras era utilizadas en ocasiones especiales, para rituales, celebraciones etc.… Al parecer la gente se ponía las mascaras solo en algunos momentos.
Me encanta el uso de las mascaras en determinadas ocasiones, me parece que como todo lo que existe, utilizadas en su justa dimensión tienen un aporte y un rol en nuestras vidas. No obstante, con mucha frecuencia me doy cuenta que es preciso estar alerta. A veces se nos puede quedar pegada la mascara sin que nos demos cuenta. Y en lugar de vivir con la autenticidad e intensidad que merecemos, convertirnos en representantes de personajes que nos dejan sin sentido.
Esto me llevo a recordar un amigo. El tiene por costumbre todos los días mirarse en el espejo, no solo para admirar su rostro, el mira más allá y verifica que su verdadera presencia siga ahí. No me dijo si aprovechara para verificar si solo tiene su cara para enfrentar la vida ese dia. Pero por sus palabras el dia que lo escuche, me parece que deja sus mascaras para ocasiones especiales.
En el libro Vivir sin Mascaras de Eva Pierrakos, nos invita a mirar lo “peor” de nosotros mismos, a ver nuestro lado oscuro y transformarlo, el camino hacia la unidad. Ser uno con la divinidad. Que seamos realmente capaces de ver nuestras mascaras, de reconocerlas como accesorios que utilizamos para cubrir nuestro verdadero rostro y saber que a aunque nos acostumbremos a utilizarlas con ran seguridad, en algún tramo de la vida se caerá y ojala que cuando este suceda nos recordemos aún de la verdad. Reconozcamos nuestro verdadero rostro.
Hoy es un dia diferente, para mirar, para mirarnos, disfrutar de la belleza de nuestro propio rostro, esa belleza que emerge de lo más profundo de nosotros mismos, y que de alguna manera refleja a la divinidad que vive en mi.
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