A veces nos gustaría quedarnos tranquilos y despreocupados por un buen rato, olvidar las muchas cosas que nos ocupan día a día, olvidar los deseos y simplemente dejar que la vida fluya y que el sol salga por donde mas le guste.
Este es un deseo que en el algún momento todos experimentamos y que es sano sacar un espacio para cumplirlo, sin embargo, cuando la misión ya esta escrita en el alma, detenerse deja de ser una opción. Una vez encuentras el camino que te corresponde recorrer ese que te llevara de vuelta a casa, la vida se transforma en constante movimiento.
Ojo dije movimiento, no prisa, no corre corre. Un movimiento que fluye, que es como una danza armónica que te mantiene entusiasmado y ligero pero siempre siguiendo el ritmo. Por momentos la música es suave y los movimientos parecen caricias, mas adelanta se pueden tornar mas fuertes y la firmeza y la fuerza de la danza puede parecer agresiva.
Cada momento trae su música, su ritmo, su movimiento y tu vas desarrollando el arte de encontrar armonía y equilibrio en medio de la danza.
En constante movimiento, sientiendo la paz que brinda la acción consciente y bien direccionada, dispuestos a dar y recibir con generosidad y confianza sabiendo que la fuente no es exclusiva, movimientos llenos de gracia que transforman tristezas en alegrías.
Un movimiento constante para vivir la aventura de estar vivos a cada instante de la vida. Con las palabras que resuenan en nuestras alma y nos transforman siendo puentes entre nuestra mente y nuestro corazón.
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