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viernes, 22 de abril de 2011

Morir para vivir

Todos los días algo de nosotros muere en nosotros mismos y en los demás. Cada día de vida es a la vez un día de muerte. 

Cuando la vida no nos alcanza para manifestarla en todo su esplendor, es preferible dejar ir y permitirnos morir a esa experiencia, a ese sentimiento. 

Cuando lo asumimos conscientemente tendremos posibilidades de resucitar en otro espacio, en otro tiempo o en otros circunstancias. 

Cuando nos negamos a morir y nos resistimos, el curso de la vida y de la muerte continuara avanzando a pesar de nosotros. Entonces las posibilidades se bloquean y en lugar de prepararnos para resucitar nos quedaremos atrapados en una muerte forzada. 

La desaparición física de nuestros seres queridos es tan solo una de las muchas manifestaciones de la muerte, quizás enfocamos nuestra mirada en esa dirección porque es mas obvia, mas física. Sin embargo,  día a día pasan inadvertidas las pequeñas muertes que ocurre dentro de nosotros, entonces un buen día nos sorprende un dolor profundo e inexplicable. 

Para colocar los pies con fuerza en la vida dejando mi corazón verdaderamente libre para la vida, cada día honro lo que muere en mi, lo despido con gratitud y amor. Cada día muero a muchas cosas y solo así cada día resucitan en mi nuevas posibilidades y nuevas esperanzas. 

Solo por hoy soy agradecida con la vida, con la muerte. Yo soy luz, soy vida, soy amor.

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