Desde un espacio de absoluto silencio dejo fluir lo mejor de mi y abro la puerta para ver y sentir lo mejor de cada ser humano que conozco o que algún día conoceré.
Desde la fuente divina del conocimiento dejo que mi silencio se comunique más allá de las palabras y así permito que pueda surgir en mi un nuevo conocimiento, ese que transciende los significados establecidos por los seres humanos y que solo puede ser apreciado desde un estado de consciencia plena.
Disfruto mis momentos de silencio, esos en los que parece que no pasa nada y al mismo tiempo pasa todo, aprendo a respetar mi necesidad de silencio y la necesidad de otros.
Son los silencios los espacios que nos conectan con nuestra propia fuerza, los que lograr transcender el pensamiento compulsivo y controlador que quiere una respuesta para todo, que quiere una cuartada perfecta.
Desde el más profundo y refrescante de los silencios dedico este día a observar sin juzgar o criticar, a sentir sin discriminar y a actuar en armonía en armonía con el orden divino. Me entrego a la aventura de hacer un minuto de silencio en especial en esos momentos donde ya no hay nada que decir.
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