Cuando éramos niños nuestras experiencias de vida se registraban en nuestra mente, cuerpo y corazón y poco a poco se conformaba la programación que nos ha acompañado a lo largo de la vida.
En momentos de fuertes crisis nos vemos forzados a revisar la programación y darnos cuenta que es preciso cambiar el formato, sacar algunos programas de circulación, renovar la programación o pagar el alto precio que implica seguir aferrados a una programación que ya no funciona.
Dejar ir las viejas programaciones agradeciendo lo vivido, abrirnos paso a nuevas formas de pensar, sentir, amar y vincularnos nos resulta sano y liberador.
Por qué si es sano, nos cuesta tanto cambiar?
Haciendo la analogía con las programaciones radiales o televisivas, me parece que en el fondo tenemos miedo a perder la audiencia. Cuando hemos estado envuelto en una programación por mucho tiempo tenemos toda una audiencia que nos sigue y apoya porque ellos son parte de esa frecuencia, de esa programación. Ellos siguen minuto a minuto nuestros dramas, sufrimientos, alegrías y todo lo que nace desde esta programación.
Cuando decidimos cambiar la programación, muchas cosas se mueven en nuestra vida y la de quienes nos rodean. De un momento a otros, dejamos de vivir desde el drama, entonces la audiencia que seguía nuestro drama y tenia un lugar en nuestra vida aconsejándonos y sintiendo pena por nosotros, se ha quedado sin lugar, sin drama y sin función. Nosotros inicialmente nos sentimos desconcertados y solos, necesitamos tiempo para vincularnos en esta nueva frecuencia, necesitamos tiempo para que este nuevo formato sea aceptado por nosotros mismos y quizás también por los demás.
Hoy dedica algunos minutos y verifica cuál es tu programación? que cambios necesitas realizar para empezar a fluir en mayor armonía y libertad. Todo cambio implicará un salto de fe y siempre al otro lado te espera aquello que necesitas para continuar.
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