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jueves, 27 de octubre de 2011

Aprender a Pedir...

Una vez más me han recordado la importancia de pedir. Aprender a pedir implica ejercitar la humildad y darle vacaciones al orgullo, a la arrogancia, a la prepotencia y a la autosuficiencia. 

Parece paradójico que para ejercitar la humildad necesitemos desapegarnos de tantas interferencias. Para muchos pedir es humillarse, para otros pedir es una muestra de debilidad. Preferimos pensar que estamos luchando por lo que nos corresponde o por lo que merecemos antes que pensar que estamos "pidiendo" 

Pedir desde ese punto de vista podría ser considerado un acto indecoroso y por ende indeseable para cualquier persona. La otra cara de la moneda nos muestra una realidad completamente distinta y gratificante. Para que luchar, exigir, arrebatar, despojar u obligar a otros, si podemos pedir. 

Pedir implica reconocer que necesitamos de otros para lograr nuestros objetivos, que podemos ayudar a otros a alcanzar los suyos. 
Pedir implica validar que los demás tienen tanto valor como nosotros, que todos tenemos algo que podemos compartir.
Pedir implica comprender que el flujo de dar y recibir es el que sostiene la vida y todo cuanto existe por tanto cuando me cierro a pedir también me cierro a dar y a recibir. 

Aprender a pedir nos posiciona en un lugar distinto que nos permitirá relacionarnos de una manera más fluida y sana en todos los ámbitos en los cuales nos desenvolvemos. 

Imagínate que en lugar de dar ordenes empiezas a hacer pedidos. En lugar de exigir o luchar que se cumplan tus deseos empiezas a pedir colaboración para hacer realidad ese deseo o meta. Si empiezas a pedir más, tendrás mucha más energía disponible para disfrutar tus logros, para compartir con tus compañeros de camino. 

Aprender a pedir nos abre las puertas a la libertad de ser y hacer sin poses. Suelta de una vez ese orgullo de conquistador y ten el valor de experimentar una nueva experiencia, cambiando las luchas y exigencias por pedidos.

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