Llegamos a la vida con todo el
potencial para ser la mejor versión de nosotros mismos, sin embargo, a medida
que avanzamos en el camino, encontramos muchas distracciones e imposiciones que
nos van separando de la esencia de nuestro propio ser.
Nos ocurre como a la semilla que
cae en medio de rocas, además de estar enterrada en la tierra, cuando va
saliendo a la superficie le tocara abrirse paso entre las rocas para encontrar
su propio espacio y florecer majestuosamente en medio de ese ambiente
aparentemente adverso. Ser una flor en un terreno abierto lleno de muchas otras
flores es hermoso, ser una flor en medio de rocas, es inesperado y majestuoso.
Abrirnos paso en medio de los obstáculos
y adversidades nos hace desarrollar aún más el valor y la confianza en nosotros
mismos y el misterio de la vida. Mirando a mi alrededor veo muchas flores que
surgen entre las rocas, llenas de frescura y majestuosidad. Me parece que en
algún momento de nuestras vidas todos experimentaremos al menos alguna vez esta
sensación de crecer y florecer en condiciones retadoras y difíciles.
Desapegarnos de las
programaciones que asocian la adversidad con el sufrimiento y la tristeza.
Reencuadrando estas situaciones en nuestro mente para encontrar en ellas la
magia de la aventura. Saber que todo cuanto nos corresponde vivir es de alguna
manera una necesidad de nuestra alma para aprender, para colaborar para volvernos
a conectar con nuestra esencia.
Todos tenemos suficiente valor
para ser nuestra mejor versión, todos somos capaces de conquistar nuestros
sueños, de superar nuestros "fracasos" y de encontrar nuestra propia
formula para el éxito y la felicidad.
Si por un instante nos liberamos
de lo que otros han dicho "que debe ser" y nos sumergimos en nuestro
interior para descubrir "que queremos ser" el camino se tornara más
alegre y placentero, aunque no necesariamente más fácil. Abrir los brazos a la
vida y dejar que la luz que emana de tu interior ilumine el camino que te
conduce a florecer con todo tu ser.
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