Muchas veces deseamos que las personas mas significativas en nuestras vidas nos miren. Es tal el deseo que llegamos a pensar que necesitamos de su mirada para avanzar y cada vez que comprobamos que nos hemos recibido la tan deseada mirada podemos llegar a sentirnos lastimados.
Antes de continuar deseando esa mirada que depende de una fuente externa a ti, regálate la oportunidad de mirarte tu primero. Mírate con desapego, disfruta de quien eres en este instante y reconócete como un ser humano especial, como un alma, como un ser de luz y sabiduría. Reconoce todo lo maravilloso y sano que vive en ti. Reconoce también todo lo que estas trabajando y mejorando en otros aspectos.
Mírate desde tu propio centro, mírate con misericordia, amor y esperanza. Mírate tu primero teniendo la certeza de que en todo momento Dios te mira y solo espera que veas en ti todas las maravillas que el favorece en tu existencia. Cada vez que te miras con amor y aceptación te vuelves uno con el todo.
Tranquilamente dedica en este día un espacio de tiempo para mirarte y disfrutar de tu presencia.
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